La cita imperfecta
Consejo: piensa MUY BIEN lo que hagas en tu primera cita, o te puede pasar lo que a mí… Quedé en ir a cenar con la chica que me ENCANTA. ¿Dónde? Un lugar de comida china del que nunca había escuchado hablar antes.
Esa debió haber sido mi primera señal de que ALGO saldría mal.
Y a mi ni siquiera me gusta la comida china, pero no podía desperdiciar esta oportunidad.
Quedé en recogerla en su casa a las 7 de la noche, y a las 6:55 ya estaba afuera, tocando el timbre. Me mandó un WhatsApp diciendo que sorry, pero se demora un rato todavía. Tranquila te espero, le respondí. Busqué mis llaves para ir a sentarme en mi carro… pero no las encontré. O, mejor dicho, las encontré dentro del carro.
Llamé de inmediato a mi papá, a ver cómo podía solucionar esto. Después de resaltar mi nivel de descuido con más de una frase colorida, me dijo que llame al servicio de soluciones para cerrajería de Solución 24/7 by GEA. Lo hice, y para mi suerte, contaban con un experto por el área. Llegó, todo cordial y amigable, y logró abrir mi carro justo un segundo antes de que baje mi cita. Me deseó suerte, y se fue; ella ni enterada que me quedé afuera de mi propio carro.
«Un lugar de comida china del que nunca había escuchado hablar antes. Esa debió haber sido mi primera señal de que ALGO saldría mal»
Creo que no fue hasta que llegamos al primer semáforo en rojo que me di cuenta lo guapa que estaba. Se lo hice saber, y no sólo me agradeció, me regresó el cumplido. Poco a poco, empezamos a dejar los nervios y a conversar. Tanto así que, no me di cuenta que se me apagó el carro.
Fueron las bocinas de los carros de atrás que me hicieron dar cuenta lo que había pasado. Uy, que camarón, dije, mientras intenté prender el carro. Nada. Solté una risa nerviosa e intenté de nuevo. La tercera es la vencida, pensé… equivocadamente. Los carros de atrás ya estaban empezando a rebasarme, verme mal y hasta insultarme, así que hice lo único que sé hacer en estos casos: poner luces de parqueo, y bajarme a “revisar” el vehículo.
Lo que en verdad hice fue llamar, de nuevo a Solución 24/7. Necesitaba nuevamente su ayuda con una solución vial para que me ayuden a resolver este problema. Me indicaron que pronto tendrían una grúa ahí. Le expliqué a mi cita que ya estaba viniendo la grúa, para ver cómo reaccionaba. Me esperaba un “ah, entonces pídeme un taxi para mi casa” o por último un “entonces lo dejamos para otro día”, pero no dijo nada parecido. Me dijo que no iba a dejar que un pequeño desperfecto le impida mostrarme su restaurante favorito, así que apenas llegue la grúa íbamos para allá. Me quedé anonadado… ¿Cómo hice para salir con una chica tan increíble?
La grúa llegó puntual, y el señor fue súper amable.
Fuimos hasta mi casa los tres, mi cita, el señor y yo; uno pensaría que esta situación sería un poco incómoda, pero fue lo opuesto. Fuimos conversando todo el camino, con las típicas preguntas – a qué te dedicas, dónde te graduaste, conoces a tal y tal persona; cada respuesta llevaba a otro tema, y cada tema a otra pregunta.
Desde mi casa, pedimos un taxi. Llegamos al restaurante hora y media pasada la reservación, pero igual conseguimos mesa. Al parecer, mi cita viene TAN SEGUIDO que siempre le tienen reservado un puesto, por si acaso. Apenas nos sentamos, pedimos el primer plato: una porción de dim sum, esas masitas en forma de bola, rellenas de carne.
La comida no demoró, o quizá el tiempo pasaba más rápido junto a ella. En todo caso, empecé a comer y desde el primer bocado noté algo raro. La textura no era de carne… Intenté ignorarlo, hasta que empezó la picazón en mi cara, que pronto evolucionó en ronchas. ¡No iba a dejar que unas ronchitas arruinen esta oportunidad única en la vida!
«¿Cuándo iba a encontrar de nuevo una mujer que tuviera tanta paciencia EN LA PRIMERA CITA?»
Cuando se acercó el mesero a preguntar si todo estaba en orden, le pregunto, por curiosidad, con qué carne estaba rellena el dim sum. Me respondió que no era carne. Era camarón. Mi cita me preguntó si pasaba algo. Obvio que pasaba algo: soy alérgico a los mariscos desde que tengo memoria. Me siguió insistiendo, preguntando si es que era alérgico o algo. Tenía todas las intenciones de responderle que no, nada que ver, todo tranqui, pero… con la cara y la garganta toda hinchada, se me hacía bien difícil poder hablar.
Muriéndome de vergüenza, intenté hacerle entender con gruñidos y gestos que iba a estar bien, pero no me hice entender. Por suerte pude señalar mi billetera y balbucear «llama a Solución 24/7». Luego de eso, tuve que acostarme hasta que llegó la ambulancia; cogido de la mano de ella, me subí.
Una vez ahí, la espera no fue larga. Me sentaron en una camilla y me inyectaron con alguna medicina. Ella me acompañó, diciéndome que no me preocupe. A la hora y media, con la voz ya recuperada, nos dejaron ir. Sólo pude pedirle disculpas por el mal rato; ella dijo que no era molestia alguna, estaba asombrada de lo eficiente que puede ser Solución 24/7 by GEA. Obviamente ella no conocía todos los beneficios que tienen; pero al ver que cubrió este tipo de accidentes, y en su totalidad, me agradeció, entre risas, por hacerle acuerdo de que ella también lo tiene y que lo va a tener más presente desde hoy.
Continué con las disculpas; no sabía que más hacer. Ella se rió, y me dijo que no hay de qué, que no es mi culpa. Que la próxima, mejor vayamos al cine. “Está bien”, le dije, y terminé la noche con la misma sonrisa nerviosa que tuve al verla.